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Miedo y Asco en el IVAM.

Creo que nunca antes había hecho esto pero bueno siempre hay una primera vez, para todo.  Y es que hoy es la primera vez que hago dos cosas que voy a relatar, la primera es: haber ido por primera vez en mi vida después de casi 3 años viviendo en Valencia al IVAM, y la segunda es: escribir un post que se podría enmarcar dentro de la crítica museística pero por respeto a los profesionales del sector y evitando intrusismos lo enmarcaremos dentro del campo de los relatos de terror.

Últimamente hemos oído muchas quejas surgidas a partir de la (sobradamente demostrada) ineficaz negligente y patética gestión del IVAM por parte de Consuelo Císcar y no tengo ningún reparo en sumarme a las voces críticas que ya con anterioridad levantaron la voz ante esta barbarie cultural que tiene lugar en Valencia (una mas dentro de la galaxia del despropósito y el mas puro desprecio por casi todo lo que existe en esta ciudad y que vale la pena conservar). Me sumo a ellos después de comprobar con mis propios ojos lo que se perpetra en dicho edificio.

He llegado sobre las 12:00h del mediodía de este domingo tan señalado a la escalinata del IVAM y leo,.. en las descomunales banderolas que cuelgan de la Fachada:

1. Robert Morris: el dibujo como pensamiento (pienso, bueno, vale Morris me gusta, me cae bien,...)
2. Ignacio Pinazo. El Humor del Amor. (pienso, ni idea de quien es pero ya con el título de la expo ya me tira para atrás, suena a sketch de Noche de Fiesta con José Luís Moreno, en clave neoclásica).
3. Javier Calvo: Geometría y Moda (aquí ya no pienso, un tremendo escalofrío recorre mi espalda).
4. Rui Macedo: La Totalidad Imposible. (pienso: no tengo datos, no sé...)

Ante una oferta tan tentadora no dudo ni un momento y ya que he llegado hasta los confines de la Ciudad (pues todo el mundo sabe que mas allá de Guillém de Castro solo hay desolación) no me voy a rendir y evitar una vez mas entrar en dicha institución de pretérita reputación. De lo primero que me doy cuenta al entrar es que el hall del edificio suena exactamente igual que la Estació del Nord de Valencia pero sin megafonía anunciando los cercanías, sólo gritos, voces, conversaciones, un paisaje digno de un mercado, mercadillo, rastro o demás; nada de "sonidos de museo" todo follón.

En el lobby soy incapaz de encontrar folletos con un mapa que me indique dónde está cada cosa, eso si, hay folletos de todas las expos. Sin brújula, subo al primer piso y miro a través de la puerta de cristal la "exposición-instalación" de Macedo, paso de largo, la cantidad de gente y la acumulación de cuadros y los colores tiran para atrás (una vez mas). En esta planta no hay nada mas así que subo al siguiente nivel mientras una niña baja las escaleras gritando: máma! máma! aquí hay mas cosas! (a grito pelao, la madre impasible, tranquila señora deje que su hija grite lo que quiera estamos en un país libre). Llego al distribuidor de la 2nda planta y me encuentro la exposición de Robert Morris, muchos dibujos, bocetos y demás trabajos en carboncillo, tinta y collage. Bien, no me importa, me gusta, de hecho Robert Morris me gusta mas como bocetista que como escultor pero bueno el tipo es bien raro y hace cosas muy diversas que merecen ser consideradas en otro momento.

Cuando termino con la expo de Robert Morris decido volver a bajar y aprovecho para entrar en las oficinas del IVAM que en domingo tenían las puertas abiertas y sin vigilar, me paseo por ahí y le doy al botón de copiar de la fotocopiadora que hay en el pasillo. Funciona, imprime un papel en blanco. Salgo de la "zona restringida" con total normalidad y bajo a la planta baja. Mientras bajo en el ascensor, pienso que no he visto la sala que expone piezas de Ignacio Pinazo, olvido inmediatamente el tema y me centro en pensar que cuando llegue a casa tengo que colgar una lavadora.

En la planta baja me dirijo a la Sala Julio González. De esta sala sólo diré que es gris y tétrica. Al salir y muy a mi pesar me encuentro debajo de la escalera una escultura de Chillida, una de esas mesas horizontales de hierro oxidado típicas del de San Sebastián. Y pienso: ¿que mierdas hace esta escultura puesta debajo de una escalera cuando tienes por lo menos tres distribuidores de mas de 200 m/2 y un hall de otros tantos sin nada que lo "decore"? que hace allí un Chillida en el típico sitio dónde se guardan los cordones de terciopelo o carros para bebés o lo que sea,?¡pero no una escultura de Chillida cojones! Superada la indignación mas absoluta y habiendo hecho una foto que aquí reproduzco me dirijo a la sala principal del IVAM para ver que hace el tal Javier Calvo.
"El Rincón Leku"

Si ya en el lobby el ruido de gente hablando a voces era estremecedor, aquí en esta sala que es como 3 veces mayor que el hall el estruendo es todavía mayor, lo cual dificulta casi escucharse a uno mismo hablar. Podría uno entrar por la puerta gritando el discurso de Lincoln en Gettysburg y nadie se daría cuenta ni de los gritos ni de la fanfarria que se armaría. En Valencia, si hay que hacer ruido se hace y bien. Yo de veras, instalaría un par de puestos de pescado y marisco y al menos con tanto griterío uno se compraría unas cuantas galeras, un poco de calamar, y quizás unas clochinas para luego cocinar algo rico, pero bueno! recuerda, estás en el IVAM independientemente del ruido. Ni galeras, ni raspas de pescados, ni cajas.

Volviendo a la pintura y a la exposición cave decir que el Sr. Calvo (la verdad no se quien es ni me importa) es uno de esos pintores que bien podría decorar un motel de carretera en Motilla del Palancar o Talavera de la Reina y nadie se percataría, a nadie le importaría lo mas mínimo. Es mas, hace unos meses estuve en un Holiday Inn en Elche y tenían allí colgadas unas litografías muchísimo mas interesantes que el trabajo de este Sr. Calvo que bajo no se que pretexto estúpido y patético expone en el IVAM. No soy capaz de de describir mucho mas ya que el horror, el patetismo, el ruido y la gente provocan mi huída inmediata.

Salgo a la calle (la tienda de regalos ni verla), tomo un poco de aire y bajo la escalinata, me tomo un par de omeprazoles ya que percibo cierta úlcera que asoma por algún lugar y empiezo a andar en dirección a la Beneficencia. Giro la cabeza hacia la izquierda y me doy cuenta que hay una Galería subterránea, La Sala de la Muralla, y forma parte del IVAM. Entro, y hay una exposición de un fotógrafo, Franco Fontana. Entro, y descubro un trozo de la Muralla de Valencia cosa que me alegra un poco la mañana, pues me hace ilusión, la verdad.

Alrededor de lo que queda de la muralla se extiende una interminable colección de esas fotografías típicas que uno encuentra en los marcos de pinzas metálicas que se pueden adquirir en el Leroy Merlin ¿saben? ese tipo de fotos con los colores muy definidos, de paisajes neutros brillantes y lustrosos, algo así como un conjunto de fotos descartadas del catálogo de Windows para salvapantallas.  Salgo, siento náuseas, un poco de mareo y un incipiente ataque de vértigo.

Ando apresuradamente, ya pasada la Beneficencia, bajo por la calle Corona, ando nervioso hasta Mossén Sorell, me doy cuenta de que me ha salido un sarpullido, giro en la Calle Alta y me dirijo hacia la Calle Salvador Giner, allí ya me están surgiendo en la piel pústulas llenas de pus, giro una vez mas a la derecha y llego enfrente del Centro del Carmen, veo la terraza del café Museu y me siento.

Me seco el sudor de la frente, pido Betadine para las pústulas y me doy cuenta de que la hinchazón, los escalofríos y los sarpullidos empiezan a remitir. Me tomo dos omeprazoles mas, un par de lexatines y un paracetamol que me quedaba suelto, le pido a la camarera un whisky doble, me lo tomo y después de un rato, una vez mi piel ha recuperado su color y los mareos y todos los síntomas de una larga exposición a horror visto; pienso, que suerte que el IVAM se llame “instituto” y no museo por que la terraza en la que estoy sentado es mas digna de llamarse Museo que la caja esa de cartón en la que casi muero de mal gusto y cutrerío.

Así que  señores y señoras del Consejo de Críticos y Comisarios de Artes Visuales, Señoras de la asociación de Mujeres en las Artes Visuales (MAV), la Unión de Asociaciones de Artistas Visuales (UAAV), la Associació Catalana de Crítics d’Art (ACCA), Artistes Visuals de València, Alacant i Castelló (AVVAC), y la Associació Valenciana de Crítics d’Art (AVCA) tienen ustedes razón, siempre la han tenido y ahora que lo he comprobado con mis propios ojos, me reafirmo, y les apoyo en sus reivindicaciones.

ale, ya está, ya me he quedado a gusto.
Buenas noches,